Nos encontramos en la Navidad de 2005 con un visado que nos permite entrar a Arabia Saudí a los cinco (mis padres, mis dos hermanos y yo). ¿Por qué? Vamos a visitar a mi tío, que trabaja allí. Somos de los pocos afortunados que van a visitar “La Petra de Arabia Saudí”, y aunque no fue lo único que visitamos, me gustaría hacer hincapié sobre ello.

Mada’in Saleh, conocido también en la antigüedad como Hegra o Lugar de la Roca, es el nombre de unos restos arqueológicos nabateos en Arabia Saudí. Se trata de una antigua ciudad pre-islámica tallada en roca arenisca y localizada a unos 20 kilómetros de la ciudad de Al-Ula, al norte de Arabia Saudí. Forma parte de las montañas de Hizaj.

Mapa de Arabia Saudí. Sara García Molina

Después de Petra, está considerado como el mayor asentamiento del reino Nabateo, y el mejor conservado. Comprende una serie de tumbas monumentales con fachadas ornamentadas, que datan de los siglos I a.C. y I d.C. Posee además medio centenar de inscripciones del periodo pre nabateo y algunas pinturas rupestres. Mada’in Saleh constituye, por tanto, un testimonio excepcional de la civilización nabatea. Sus pozos y sus sepulturas monumentales, muchas de ellas incluso figuran ornamentadas, son una muestra excepcional de las realizaciones arquitectónicas de los nabateos y de su dominio de las técnicas hidráulicas.

Por su buena conservación y parecido con la ciudad de Petra, se le conoce como « La Petra de Arabia Saudí », y fue descubierta por los arqueólogos a finales del siglo XIX.

Dibujo de Petra. Sara García Molina

En general es bastante desconocida y muy difícil de visitar debido a su situación geográfica, ya que Arabia Saudí es un país con muchas restricciones en el acceso turístico. A pesar de ello, en 2008 la UNESCO proclamó Mada’in Saleh como Patrimonio de la Humanidad, convirtiéndose además en el primer lugar de este país en conseguirlo.

Según algunos textos del Corán, Mada’in Saleh fue poblada entre el tercer y cuarto milenio antes de Cristo por los Thamud, quienes encontraron en el lugar un suelo fértil, agua dulce y una ubicación idónea al estar situada cerca de una ruta comercial. En estos textos del Corán, además, se incluye la leyenda sobre la ruina de la ciudad y la extinción de sus habitantes: el Profeta Saleh, enviado por Alá para convertir al pueblo de los tamudeos, les entregó una camella y les pidió que la dejaran pastar en sus tierras, pero éstos mataron al animal, persiguieron a su cría y tendieron una trampa al Profeta. Así, Alá envió un gran terremoto que acabó hasta con el último de ellos.

Y (enviamos) a los Tamudeos a su hermano Saleh.

Él dijo:

« ¡Oh, pueblo mío! ¡Adorad a Dios! No tenéis más dios que Él. Sin duda, ha llegado a vosotros una prueba clara de vuestro Señor. Está camella de Dios es una señal para vosotros. Permitidla que paste en la tierra de Dios y no le causéis mal alguno, pues sufriríais un castigo doloroso. »

« Y recordad cuando os nombró sucesores tras el pueblo de Ad, y os dio poder en la Tierra. Construisteis fortalezas en sus llanuras y excavasteis casas en las montañas. »

« Recordad, pues, las bendiciones de Dios y no actuéis en la Tierra como corruptores.»

Los notables de su pueblo, que eran arrogantes, dijeron a los que habían tratado de debilitar, a los que entre ellos habían tenido fe:

« ¿Cómo sabéis que Saleh es un Mensajero de su Señor? »

Ellos dijeron:

« En verdad, creemos en aquello con lo que fue enviado. »

Los arrogantes dijeron:

« Nosotros no creemos en absoluto en aquello en lo que vosotros habéis creído. »

Así que desjarretaron a la camella, desafiando la orden de su Señor y dijeron:

« ¡Eh, Saleh! ¡Ven a nosotros con el castigo que nos prometiste, si eres un profeta!»

Entonces, el terremoto les sorprendió y amanecieron muertos en sus casas.

Así que, Saleh se alejó de ellos, diciendo:

« ¡Oh, pueblo mío! ¡En verdad, yo os transmití el mensaje de mi Señor y os aconsejé buenamente, pero vosotros no queríais buenos consejeros! »

Esta tradición dejó trazas en la cultura y tradición del  lugar. Por ejemplo, el punto de entrada en la llanura de Mada’in Saleh desde el norte se llama Mabrak en Naqah, es decir, «el lugar donde la camella se arrodilló».

Grabados en Roca, Mada’in Saleh. Sara García Molina

Existe también en este lugar una evidencia de la presencia de otro pueblo, los Lyhian, dos milenios antes de cristo. Esta evidencia se ve en las inscripciones encontradas en lo alto del monte Athleb, desde donde los Lyhian podían controlar los convoyes que circulaban por las estas rutas comerciales. Estos permanecieron en el lugar hasta que fueron derrotados y expulsados por los Nabateos en torno al siglo I, durante el reinado de Al-Harith IV. Fue el pueblo Nabateo el que dejó esos vestigios arquitectónicos.

Mada’in Saleh. Sara García Molina

Mada’in Saleh fue una de las ciudades más importantes que construyeron los nabateos, situada en la confluencia de las rutas comerciales del golfo Pérsico, de Yemen y del mar Rojo. Era, por tanto, un punto de paso obligado para la inmensa mayoría de los productos, en especial las especias que viajaban rumbo al Mediterráneo, lo que la convirtió en una ciudad de gran esplendor.

Otras de estas ciudades características de los nabateos fueron construidas al sur de Siria y al sur de Negev hasta la zona inmediata de Hejaz. Pero desde luego, la ciudad más importante que construyeron fue Petra, donde establecieron su capital.

Ruta Comercial. Sara Garcia Molina

Así establecieron un rico reino en la región que incluso se enfrentó al Imperio romano, ya que estos últimos dependían de estas rutas comerciales.

En el año 106 el reino nabateo fue anexionado al Imperio Romano y la región se convirtió en la provincia romana de Arabia. Con la caída del comercio la ciudad comenzó a ser abandonada y la desertificación hizo el resto.

Desde la caída del Imperio Romano hasta la aparición del Islam no se conoce prácticamente nada sobre Hegra en ese período de tiempo. Sólo hay menciones esporádicas de algunos peregrinos camino de la Meca en los siglos posteriores, quienes mencionan Hegra como un lugar para la provisión de suministros o agua, probablemente porque los nabateos desarrollaron, además de una agricultura de oasis, pozos y tanques para acumular el agua de lluvia en la roca.

En la época del Imperio Otomano, se sabe que se erigieron una serie de fortalezas en Mada’in Saleh para proteger la ruta de peregrinación hasta la Meca.

Los otomanos se quedaron hasta principios del siglo XX, y aún se puede visitar lo que queda de la estación de tren Al Hijaz Railway, conocida por haber visto pasar a Lawrence de Arabia.

Estación Abandonada de Al Hizaj. Sara García Molina

Aún inmersos en el siglo XIX, en vísperas de los grandes cambios que pondrían fin al Imperio Otomano, Mada’in Saleh iba a sufrir dos pequeñas revoluciones: la llegada del ferrocarril y la de los arqueólogos. Hasta entonces, este terreno que era dominio de los otomanos, solo era obstruido por el intermitente paso de los peregrinos camino de La Meca. Los extranjeros no eran bienvenidos, y apenas un puñado de occidentales se habían aventurado en la región.

Mada’in Saleh no es mencionada hasta 1672, cuando un viajero Turco llamado Evliya Celebi atravesó un lugar llamado “Abyar Saleh”, donde decía que había restos de siete ciudades. Más tarde, fue mencionado de nuevo por el viajero Murtada Ibn’Alawan como un lugar de descanso en el camino llamado “Al-Mada’in”.

Sin embargo, el poeta y viajero Charles M. Doughty llegó en 1876 tras haber escuchado a un inspector turco alabar la zona como el equivalente a Petra, pero aún más bonita. Las inscripciones que copió, descifradas por el erudito francés Ernest Renan en 1884, bastaron para demostrar que se trataba de la antigua ciudad nabatea de Hegra, el más meridional de los centros comerciales de Petra en la ruta hacia las Indias, mencionado como al-Hijr en el Corán y por los geógrafos árabes. Desde ese momento, los orientalistas soñaron con una exploración de Arabia.

El 6 de abril de 1907, dos dominicos, profesores de la Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalén, llegaron a Mada’in Saleh enviados por la Sociedad Francesa de Excavaciones Arqueológicas. Tras partir de la Ciudad Santa atravesaron el río Jordán en Jericó para llegar a Madaba, en Jordania, donde tomaron el recién inaugurado ferrocarril hasta Tabuk. Los 250 kilómetros finales hasta su destino los hicieron a lomos de camello.

Durante tres semanas recorrieron la zona, examinando todos los rincones de los macizos de arenisca que salpicaban la llanura en busca de las huellas de la ciudad que había florecido dos mil años antes.

Reloj de sol de piedra arenisca, con inscripción en Arameo del siglo I a.C., hallado en Mada’in Saleh.

En ésta y dos expediciones posteriores, en 1909 y 1910, encontraron una acumulación de estructuras de adobe mezcladas con fragmentos de cerámica. Aunque no hallaron viviendas, recopilaron numerosa información sobre la arquitectura funeraria. Gracias al estudio de Petra, ya se sabía que los nabateos usaban los macizos de arenisca para excavar tumbas rupestres cuyas fachadas luego esculpían. En Hegra, los dominicos hallaron los mismos tipos de coronamiento con almenas y frontones de tipo grecorromano. Los más ricos y mejor conservados están en las paredes del macizo conocido como Qasr el-Bint, al este de las ruinas de la ciudad.

A diferencia de Petra, durante los primeros siglos de la era cristiana algunos habitantes de Hegra grabaron epitafios con el nombre de los difuntos y las fechas de su muerte, las cuales aportan indicios preciosos para comparar la evolución de ambas ciudades.

Los dominicos también descubrieron el «lugar santo» de la ciudad, en Djebel Ithlib, un macizo formado por una multitud de cimas erosionadas por el viento y situado 500 metros al este de Qasr el-Bint.

A este lugar santo se accede a través de una estrecha garganta, en cuya entrada se halla una sala rupestre para banquetes (diwan). Las paredes del desfiladero están repletas de inscripciones de carácter religioso, y éste acaba en un espacio sagrado al aire libre semejante a un circo rocoso.

Diwan o lugar de reunión. El desfiladero marca la entrada a Jebel Ithlib

Ya en pleno siglo XX, en la década de los 60, el gobierno de Arabia Saudí desarrolló un programa para que las tribus beduinas nómadas se asentaran en Mada’in Saleh y reutilizaran los pozos de agua ya existentes y las características agrícolas del lugar.

Sin embargo el programa duró poco, ya que el reconocimiento oficial de Mada’in Saleh como sitio arqueológico en 1972 llevó al gobierno a reubicar a estos beduinos más al norte con la finalidad de preservar el lugar.

Las excavaciones e investigaciones arqueológicas han sido muy escasas desde 1972 por las leyes del país y no ha sido hasta el año 2.000 cuando por fin se han invitado a diversas expediciones a poder investigar el yacimiento y han podido arrojar algo de luz sobre la inmensa obra realizada por los nabateos.

No es sencillo adentrarse en el corazón del país y descubrir Mada’in Saleh, sobre todo si no se reside en Arabia Saudí. El país no otorga visados turísticos por lo que no es fácil visitar lo que fue el primer yacimiento del reino incluido en el Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO en el 2008.

Además, un no musulmán no puede pasar por las ciudades santas, en este caso Medina, y debe fijarse en los carteles para coger la carretera reservada a los no musulmanes. Eso significa hacer unos cuantos kilómetros adicionales en el viaje.

Carretera para no musulmanes. Sara García Molina

Por otro lado, para visitar Mada’in Saleh, se debe pedir un permiso a la Saudi Commission for Tourism and Antiquities (la Comisión Saudita para el Turismo y las Antigüedades), a fin de poder permanecer en el territorio el tiempo suficiente para descubrir las maravillas de esta ciudad en ruinas.

El paisaje que recibe al visitante no decepciona: unas rocas se levantan en medio de un desierto inmenso y en función de la hora del día, se reflejan unos colores que magnifican el escenario.

Mada’in Saleh al atardecer. Sara García Molina

En el conjunto arqueológico podemos encontrar palacios, templos y multitud de tumbas. Algunas obras pueden llegar hasta los 16 metros de altura esculpidos en las rocas.

Según los hallazgos realizados, las construcciones se dividían en tres partes: la vivienda, el templo y la habitación funeraria. Excavaron tumbas dentro de inmensos bloques de piedra en los cuales aún se puede ver la fachada con figuras talladas en la piedra y la cámara mortuoria en la parte trasera donde inhumaban a los muertos. Se han contabilizado unas 131 tumbas. Se encontraron también inscripciones, probablemente de los Thamud que remontan al segundo milenio antes de Cristo. También se encuentran restos de murallas, cisternas y torres repartidos sobre 13,4 kilómetros cuadrados.

Entrada a tumba. Sara García Molina

Un total de 4 necrópolis han sobrevivido al paso del tiempo, las cuales cuentan con más de 130 tumbas excavadas en la roca a lo largo de 13,4 kilómetros, la mayoría de ellas con inscripciones nabateas en sus fachadas.

Podemos diferenciar entre algunas de las diferentes necrópolis que allí se encuentran:

  • Jabal al-Mahjar: Situada al norte. Las tumbas eran cortadas por los lados este y oeste a partir de salientes rocosos con 4 lados paralelos. Las decoraciones de la fachada eran de pequeño tamaño.
  • Área C: Situada al sureste. Consiste en una serie de salientes rocosos aislados que contienen un total de 19 tumbas. No poseen decoración en la fachada.
  • Jabal al-Khuraymat: Situada al suroeste. Es la más grande de las cuatro y consiste en numerosos salientes rocosos separados por zonas arenosas. De estos salientes, solo 8 contienen tumbas excavadas, 48 en total. La arenisca de esta necrópolis es de peor calidad, lo que ha resultada en una mala conservación de la mayoría de las fachadas.
  • Qasr al walad: Incluye 31 tumbas decoradas tanto con unas finas inscripciones como con elementos artísticos como pájaros y rostros humanos. A este conjunto pertenece la más monumental de las tumbas excavadas en la roca, con más de 16 metros de fachada

Además, un total de 2.000 tumbas no monumentales forman también parte del lugar.

Qsar al Walad. Sara García Molina

Una observación más cercana de las fachadas nos indica el status social de la persona enterrada. El tamaño y la ornamentación de la estructura refleja la riqueza de la persona. Algunas fachadas tienen inscripciones que nos revelan información sobre los dueños, la religión o las personas que lo excavaron. Algunas de las tumbas incluso tienen inscripciones que indican rangos militares, lo que hace pensar en que en algún momento hubiera allí situada una base militar nabatea destinada a proteger el emplazamiento.

El de que la ciudad estuviese situada en una ruta comercial ha influido también en su cultura y se puede apreciar en la decoración de sus construcciones, especialmente en las fachadas, donde se combinan tanto elementos asirios, egipcios y fenicios como con los propios nativos. Algunas tumbas tienen también decoraciones romanas e inscripciones latinas de la época en la que el territorio fue anexionado a Roma.

Los interiores de las estructuras son mucho más sencillos, sin apenas decoración y en muchos casos lisos y llanos.

Interior de tumba de Mada’in Saleh

El yacimiento arqueológico de Mada’in Saleh recibe apenas 15.000 visitantes al año, principalmente por las restrictivas leyes del país que no permiten el turismo de recreo y apenas conceden visados a extranjeros por este motivo.

Sin embargo, este hecho, sumado a que se encuentra en un sitio muy árido y con un clima extremadamente seco han permitido que las ruinas se encuentren en un magnífico estado de conservación, superando incluso a las de Petra en este sentido, ya que Mada’in Saleh también nos proporciona una visión amplia y detallada de la forma de vida nabatea de hace siglos.

Visitando este lugar, como al visitar Petra, nos damos cuenta de las diferencias culturales de dos continentes diferentes a causa de la geografía y la historia. En ningún punto de occidente podremos encontrar un ejemplo similar al de estos monumentos funerarios nabateos.

En mi opinión, un sitio así es difícil de encontrar en el mundo y más aún en las buenas condiciones en las que se encuentra. Tanto el turismo masivo como el cambio climático han originado que muchas de las joyas históricas no puedan ser apreciadas en su totalidad hoy en día, mientras que en Mada’in Saleh, podemos sentirnos transportados a otra época en el preciso instante de poner un pie sobre sus arenas.

Eso, sumado al hecho del interés que puede suponer llegar a conocer una civilización que se preocupa tanto de la arquitectura funeraria, nos da una razón más que válida para visitar este maravilloso lugar. Mientras que otras civilizaciones, sobre todo las occidentales, construían templos para venerar a sus Dioses, esta civilización de nabateos dedicó sus esfuerzos a recordar a sus seres queridos mediante unas impresionantes edificaciones en piedra. Fue, sin duda, una civilización que le dio mucha importancia al legado de sus generaciones, y que quiso dejar una memoria eterna de estos antepasados y su estatus social (ya que aún hoy en día podemos diferenciar las tumbas más pobres de las que tuvieron más recursos).

Es, sin duda, un lugar que hay que visitar y al que me gustaría poder volver algún día.

Mada’in Saleh. Sara García Molina

 

Sara García Molina

Viaje de Navidad 2005/2006

 

Bibliografía:

Páginas Web

Libros

  • Sagrado Libro del Corán. Capítulo 89. Al-Faŷr, La aurora
  • Rutas de Arabia Tesoros arqueológicos del Reino de Arabia Saudí