La Expo’92 es algo que pasa una sola vez en la vida. Seis meses viviendo en un sueño, como estar en el futuro. Se conmemoraba “La Era de los Descubrimientos” y su temática y finalidad fue esa, descubrir.
La Exposición Universal supuso el progreso e inspiración de una generación y, desde entonces, Sevilla no ha vuelto a ser la misma después de 1992. La herencia todavía hoy es tangible ya que cambió el curso de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad por completo.
Yo no tuve la suerte de vivirla ya que aún no había nacido pero me nutro de las memorias de mi padre, como la de tantos otros, gracias a las cuales todos tenemos la sensación de haber vivido algo de aquella Expo inmortal en la memoria de todos los sevillanos.
¿Qué fue Expo’92?
La Expo’92 es algo que pasa una sola vez en la vida. Seis meses viviendo en un sueño, como estar en el futuro. Se conmemoraba “La Era de los Descubrimientos” y su temática y finalidad fue esa, descubrir
La Exposición Universal supuso el progreso e inspiración de una generación y, desde entonces, Sevilla no ha vuelto a ser la misma después de 1992. La herencia todavía hoy es tangible ya que cambió el curso de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad por completo.
Yo no tuve la suerte de vivirla ya que aún no había nacido pero me nutro de las memorias de mi padre, como la de tantos otros, gracias a las cuales todos tenemos la sensación de haber vivido algo de aquella Expo inmortal en la memoria de todos los sevillanos.
Hablar de la EXPO’92 es hablar de historia de España. La idea de la Exposición Universal surge con motivo del quinto centenario del descubrimiento de América. Todo empieza cuando el rey Juan Carlos I anuncia en 1976 la intención española de organizar y celebrar una Exposición Universal con motivo de dicho aniversario. Esta idea surge en los primeros años de una joven democracia, deseosa de romper con el pasado y mostrar al mundo la imagen de un país renovado, moderno y que mira sin miedo al futuro. Sevilla se torna como la ciudad idónea para albergar el acontecimiento, decidiéndose en 1987 que Sevilla fuera sede única de la Exposición Universal de 1992.
Suponía un gran reto, aún más en las condiciones en las que lo hizo España, pues el lugar elegido para albergar dicha Exposición era una de las ciudades con mayor retraso del país en cuanto a infraestructuras se refiere, con una caótica estructura urbana y un equipamiento industrial bastante reducido. Por ello, el desafío no se reducía a celebrar “la Era de los Descubrimientos”, sino, además, poner a Sevilla en el lugar que se merecía y, por extensión, al resto de Andalucía.
La ubicación escogida para la exposición fue la Isla de la Cartuja, cuya proximidad al casco histórico –centro de la ciudad-, situación a orillas del Guadalquivir y libertad de actuación que suponía un terreno libre de tal extensión, solamente ocupado por un monasterio en ruinas, que, para más inri, es donde se supone que Cristóbal Colón preparó su primer viaje hacia América, hacían de éste el lugar idóneo.
Se convocó un concurso de ideas , cuyo primer premio fue otorgado a Emilio Ambasz, y el segundo premio del mismo concurso a Fernández Ordóñez. De la fusión de ambas propuestas nació la ordenación de dicho terreno que dio lugar al Plan Director de la Expo’92, terminado en julio de 1987 y trazado por un ingeniero (Ginés Aparicio) en lugar de por un arquitecto. A partir de ese momento, comenzaron las obras de infraestructuras, edificios y pabellones así como la actuación en los espacios públicos del recinto.
Dicho plan conformó, entre los dos brazos del Guadalquivir (la dársena y la Corta de la Cartuja) un recinto de 215 hectáreas, dentro del cual se diferenciarían cinco zonas:
⦁ El Puerto, que permitía el acceso al espacio Expo por el río, teniendo como atractivo el Pabellón de la Navegación.
⦁ El Monasterio, compuesto por el antiguo conjunto religioso sin olvidar su pasado fabril y sus huertas, que albergó el Pabellón Real y diversas muestras de arte.
⦁ Los Jardines, el gran atractivo de un recinto ya de por sí verde, donde destacaban las especies del Jardín Americano y la ambientación de los Jardines del Guadalquivir.
⦁ El Lago de España, alrededor del cual se encontraban los pabellones autonómicos y el pabellón español.
⦁ Zona Internacional, donde estaban el grueso de pabellones, sobre todo representaciones de países.
En total se congregaron en la Cartuja alrededor de cien pabellones y más de ciento cuarenta participantes, entre naciones, comunidades autónomas, empresas y organismos internacionales, desbordándose las previsiones iniciales. Poco a poco, y sobre todo a partir de 1989 y 1990, fueron sumándose países y empresas, que fueron presentando sus propuestas de edificios. Así, Expo’92 fue la primera exposición en plantear la posibilidad de crear pabellones permanentes cuya vocación no fuese efímera.
Destacaban en el recinto los pabellones temáticos, promovidos por la organizadora, como eran la Plaza del Futuro (compuesta por los pabellones del Medio Ambiente, Energía, Telecomunicaciones y Universo), el Pabellón de la Naturaleza, el Pabellón del Siglo XV, el Pabellón de los Descubrimientos y Pabellón de la Navegación.
No obstante, el recinto Expo no se reducía sólo a los pabellones; se organizó en torno a una gran avenida transversal (Camino de los Descubrimientos) a la que se conectaban avenidas perpendiculares, de las que destacan las cinco avenidas de la Zona Internacional, ejemplos de arquitectura paisajística. En estas amplias avenidas se encontraban pérgolas y dispositivos microclimáticos (el « Proyecto Pérgolas » y el « Proyecto de Bioclimatismo » que sentaron las bases en España para el desarrollo de un urbanismo medioambientalmente sostenible; los responsables del proyecto bioclimático y sistemas de climatización de espacios exteriores fueron el arquitecto Jaime López Asiain junto a los Dres. en física Valeriano Ruiz Hernández y Jaime Navarro Casas), fuentes ornamentales, escenarios para representaciones, obras de arte al aire libre y, por supuesto, la Esfera Bioclimática, uno de los símbolos de la exposición.
Por otra parte también destacan, por ejemplo, el monorrail o el telecabina, medios de transporte internos. No obstante, el recinto tendría que relacionarse con la ciudad, lo cual se solventó de manera muy satisfactoria a partir de varios puentes que se convertirían en iconos de la Exposición, como son los Puentes del Alamillo, Barqueta, Cachorro y la pasarela de la Cartuja. Dos de ellos (Barqueta y Pasarela) constituían puertas del recinto, que en total eran cinco (Barqueta, Cartuja, Triana, Aljarafe-Danone e Itálica).
Pero Expo’92 no sólo supuso obras y actuaciones en la Isla de la Cartuja. Para su desarrollo era imprescindible un proceso modernizador del resto de la ciudad y de Andalucía. A nivel autonómico fueron construidas nuevas infraestructuras, como carreteras, destacando la A-92 que vertebraría Andalucía en su extensión, la remodelación de varios aeropuertos o la implantación de un novedoso ferrocarril de alta velocidad, que comunicaría Córdoba y Sevilla con Madrid a 300 km/h. Por su parte, Sevilla logró modernizar sus infraestructuras con la creación de nuevas rondas y avenidas, como la Ronda del Tamarguillo, el levantamiento del tapón de Chapina, la apertura al río con la caída del Muro de Torneo y la desaparición de las vías por esa calle, una nueva estación de ferrocarril (Santa Justa) y una nueva terminal aeroportuaria, así como la recuperación de muchos espacios históricos y nuevas infraestructuras culturales, como el Auditorio Rocío Jurado.
¿Qué queda de la Expo’92?
Veinticinco años después de su inauguración, el recinto de La Cartuja continúa siendo el teatro de los sueños –algunos cumplidos y otros ya rotos que se guardan en la memoria colectiva–para el que fue concebido. Pabellones efímeros, siempre recordados; otros que continúan en pleno uso como el de Marruecos o Italia y nuevos espacios de innata vocación científica conviven con otros entornos de la isla abandonados, donde encontramos maleza y despilfarro todavía sin remedio.
Sevilla fue concebida como una Exposición Universal que readaptaba infraestructuras utilizadas, pero no se pensó un uso para todos los espacios. Aún así se conservan 32 pabellones de los 102 que hubo. Estaba previsto que fueran diez los que sobrevivieran al 12 de octubre de 1992, la fecha de clausura.
El legado que la Expo’92 dejó a Sevilla es muy extenso, por lo que voy a realizar una pequeña recopilación de algunos de los hitos que ésta nos dejó y, los cuales, son en la actualidad infraestructuras de renombre en el funcionamiento y/o imagen de la ciudad de Sevilla.
Los Puentes
Las dos riberas del Guadalquivir, la de Híspalis y la de Itálica -hoy Sevilla y Triana-, han esperado casi dos mil años para ver tender el primer puente entre ellas. De pronto, Sevilla salta sobre el Guadalquivir para formar el nuevo barrio de la Expo y se proyecta para ello construir en pocos años una serie de puentes, triplicando el reducido número de los construidos hasta entonces para el ferrocarril y la carretera. El puente vuelve a ocupar un lugar importante en la imagen de la ciudad, después de una época de formas estrictamente funcionales y mínimas. En cierto modo, los nuevos puentes que a continuación se citan cambian la estética de la ciudad, así como su urbanismo e historia.
1. Paso del Alamillo
El paso del Alamillo, situado en en extremo de la Ronda Norte de Sevilla. Este proyecto comprendía dos puentes simétricos sobre el viejo y el nuevo Guadalquivir, unidos por un viaducto elevado que cruza la vega de la isla de la Cartuja. Cada uno de los puentes tendría un sólo vano de 140 metros de luz para cruzar el río. Puentes atirantados que penden de un pilón inclinado cuyo peso compensa la tensión de los tirantes.
El proyecto se presenta como un “proyecto incompleto” de la Expo’92, ya que debía ser aún más espectacular. La idea inicial comprendía crear dos puentes idénticos inclinados de forma opuesta. Pero, finalmente, de este proyecto inicial, sólo pudo construirse uno, pues el presupuesto no concebía el par.
Su autor es Santiago de Calatrava, Arquitecto por la Escuela de Valencia, Ingeniero Civil por la E.T.H. de Zurich, e Ingeniero de Caminos
2. Puente de Chapina
Situado sobre el cauce recuperado del viejo Guadalquivir, supuso el nuevo acceso a la ciudad desde Huelva y Extremadura. El proyecto está inspirado en el puente de Alejandro III, de París, que fue acceso de la Exposición Universal de 1900. Recupera el sistema de arco rebajado con tablero superior salvando el cauce con un solo vano de 127 metros. La estructura es metálica pintada de azul.
El autor es José Luis Manzanares Japón, Ingeniero de Caminos, Catedrático de Estructuras de la Escuela de Arquitectura de Sevilla.
3. Puente del Centenario
Constituye una parte muy importante de la Ronda suroeste de la Red Arterial de Sevilla. Es un puente atirantado formado por cinco vanos con una longitud total de 564 metros.
En el proyecto se presenta gran atención a la fusión de materiales (hormigón y acero) superando la dicotomía histórica de los ingenieros de puentes, así como el empleo sistemático de prefabricados.
Los autores son los Ingenieros de Caminos, José Antonio Fernández Ordóñez, Catedrático de Estética de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, y Julio Martínez Calzón.
4. Puente de las Delicias
Se trata en realidad de dos puentes independientes sobre pilas comunes; uno de seis carriles para tráfico rodado y otro a cota algo inferior para el ramal ferroviario de acceso al puerto. La Administración impuso el carácter levadizo para mantener el uso naútico del tramo navegable de la Dársena, aguas arriba de estos puentes. El tamaó tan grande de las pilas se debe a que en ellas se alojan los equipos mecánicos del tramo levadizo. El puente tiene tres vanos, uno central móvil de 42 metros de luz libre y dos vanos laterales de 33 metros de luz libre.
Los autores del proyecto son Leonardo Fernández Troyano, Ingenierod e Caminos y Javier Manterola, Ingeniero de Caminos y Catedrático de Puentes de la Escuela de Madrid.
5. Puente de Barqueta
Cruza el meandro de San Jerónimo con un solo vano por imposición de la Administración, justificado por el futuro uso de esta lámina de agua para regatas internacionales. Se trata de un puente metálico, de 168 metros de luz, compuesto por un arco único que vuela sobre el tablero el cual queda suspendido por medio de un conjunto de péndolas con absoluta transparencia visual.
Los autores son Juan José Arenas, Ingeniero de Caminos y Catedrático de Puentes de la Escuela de Santander y Marcos Pantaleón, Ingeniero de Caminos y Catedrático de Estructuras Metálicas de la Escuela de Santander.
6. Puente de la Cartuja
Cruza el meandro de San Jerónimo con un solo vano por las mismas razones que en el caso anterior. Se trata de una viga continua y asimétrica con luces de 42.5 metros, 170 metros y 25.5 metros. El material utililizado es acero estructural formado tablero ortótropo
El autor del proyecto es el Ingeniero de Caminos Luis Viñuela, con la colaboración del profesor alemán Fritz Leonhardt.
Aeropuerto: nueva terminal internacional
Anteriormente, el aeropuerto de Sevilla era uno de los ejemplos más puros del espacio sin cualidad. El pequeño y congestionado aeropuerto de San Pablo era uno de esos edificios pseudofuncionales, donde se entrecruzan como pueden todos los tránsitos.
A raíz de las propuestas para el 92, la construcción de aeropuertos españoles dio paso a la intervención de los arquitectos de prestigio en un campo tradicionalmente reservado a la ingeniería.
La nueva terminal de Rafael Moneo trata de restituir la dignidad del edificio. Responde al sistema elegido de circulaciones separadas en planos de salida y llegada, y reconoce al aeropuerto la condición de recorrido, de muelle y antesala. Y superpone a todo ello una imagen de arquitectura, interior y exterior, donde prima más la imagen de la ciudad meridional y andaluza que la seudotecnológica del transporte. En lugar de la metáfora de vuelo, la metáfora de Sevilla; un espacio de cúpulas con cubiertas de teja vidriada, secciones que recuerdan a la mezquita y a los vestíbulos de las grandes estaciones del ferrocarril del XIX.
La ambición de producir un cuerpo exacto lleva a trazar incluso un aparcamiento de vehículos, ese habitual laberinto del asfalto, como un patio cuadrado duramente encajado en las superficies residuales de la carretera y sus accesos.
A mi parecer, lo más destacable del aeropuesto es el acierto en cuanto a la idea adoptada para el aparcamiento que permite la construcción de un jardín por el que discurren, en dos alturas, el tráfico y las plazas de los vehículos, y que se incorpora al edificio como parte sustancial de él, de la misma manera que el patio de los naranjos lo hace como lugar de abluciones a la mezquita.
En la actualidad continúa siendo la terminal que conecta Sevilla internacionalmente y supone el único aeropuerto de la ciudad hispalense.
La estación del ferrocarril: estación de Santa Justa
La oportunidad de construir una gran estación para Sevilla resulta de los cambios proyectados en el antiguo trazado del ferrocarril, que suprimen las líneas que bloquean la margen del Guadalquivir y separan a la ciudad del río. Se propone una nueva estación, cuyas vías habrán de discurrir bajo la ciudad y ser accesibles en este punto.
El proyecto de la estación de Cruz y Ortiz mantiene el tipo de gran vestíbulo terminal y nave de andenes. Para esta última se toma una solución de cubierta múltiple.
La solución propuesta produce un espacio interior que disminuye dramáticamente de altura como una amterialización del gran vestíbulo que conduce a un mundo subterráneo.
El proyecto fragmenta el gran volumen de acuerdo con su organización de uso. Los lucernarios y las cubiertas de gran luz definen el espacio interior y exterior, pero las grandes estructuras quedan sin expresión formal. La marquesina delgada o el arco rebajado -motivos de la esucela sevillana de los años 90- parecen mezclados con el clasicismo y el decó nórdico en un conjunto que se caracteriza más por el cuidado de sus partes que por la definición de un conjunto.
El proyecto inicial constaba de un complejo de edificios que complementaban la estación en sus alrededores pero finalmente sólo llegó a construirse la Estación de Santa Justa que actualmente supone una de las estaciones ferroviarias más importante de la ciudad.
En la actualidad supone la mayor y más transitada estación de trenes de toda la ciudad, con un margen de crecimiento previsto, dicha estación no sólo está ajustada a las necesidades actuales sino que puede crecer.
Torre Triana: la mole de la isla
Torretriana es un edificio administrativo de la Junta de Andalucía en la ciudad de Sevilla, fue construido en 1993, proyectado por el arquitecto navarro Francisco Javier Sáenz de Oiza, inspirándose en el Castillo Sant’Angelo de la ciudad de Roma. Se encontraba en pie durante la Exposición Universal de Sevilla 1992, que se celebró cerca de su entorno, no fue finalizado y puesto en uso hasta 1993.
Se encuentra situado en la Isla de la Cartuja, constituye el mayor edificio administrativo de la Junta de Andalucía, en él están los servicios centrales de las consejerías de Hacienda y Administración Pública, de Educación y de Turismo y Deporte, en las que trabajan unos dos mil funcionarios.
El autor del proyecto se preocupó de que el edificio proyectado tuviera vida propia y de que fuera representativo de la ciudad, como lo son la Giralda, la Torre del Oro o la Plaza de toros de la Maestranza, esta última le recordó la forma que le dio al edificio a orillas del Guadalquivir.
De estilo posmoderno y color amarillo albero, su forma circular lo hace muy particular.
El edificio tiene, sin embargo, el corazón cuadrado, y una traza cartesiana; el autor ha sabido evitar la tentación de la simetría radial, logrando así que ninguno de los despachos y dependencias tuviesen paredes curvas o habitaciones desiguales. La rotundidad de la forma, algo suabizada por la reducción de la altura y la eliminación de las oficinas de una de las cuatro consejerías previstas, se sigue en la reorganización interior: un anillo exterior con sección de doble nivel resuelve la atención al público en una oficina-corredor circular, apoyada por un anillo de trabajo sin acceso público. La disposición de este doble nivel permite una entreplanta técnica y que, tanto los forjados como la estructura principal, estén libres de conductos. El corredor de doble altura define la fachada redonda, con sus dispares huecos en una pantalla de piedra.
El edificio interior corresponde a los órganos del gobierno, que se asoman a patios estrechos y se expanden es unas exteriores al gran volumen.
Pabellón de la Navegación
La Exposición Universal de 1992 se organizó para conmemorar el descubrimiento del Nuevo Mundo a partir de la circunnavegación colombina. Ante tal premisa, se hacía evidente la necesidad de construir un pabellón que tratara sobre la navegación y los descubrimientos llevados a cabo por los marinos.
El Pabellón, obra de Guillermo Vázquez Consuegra, tiene diez mil cuatrocientos metros cuadrados construidos y su diseño recuerda la imagen de una quilla de barco invertida, la cubierta, situada a casi veinte metros de alturas, está formada de láminas de madera.
El edificio ilustró durante la Expo’92 la importancia de los descubrimientos geográficos a través de la evolución que en diversas culturas ha sufrido las técnicas de la navegación.
En la actualidad, se ha reconvertido en Museo de la Navegación y acoge múltiples congresos.
En la fachada que da al río, una amplia plataforma apoyada sobre grandes pilares sirve de balcón-mirador al Guadalquivir. Apoyados sobre este balcón se alinean cinco lucernarios prismáticos de vidrio que iluminan el interior del pabellón.
Otro de los grandes atractivos de este pabellón sigue siendo su torre mirador, separada del resto del edificio, y que se adentra en el río, elemento vertical que sirve como contrapunto a las grandes superficies horizontales.
La torre se divide en dos piezas de distinta configuración formal: una sobre el pantalán, metálica y ligera, que adopta la geometría de un prisma recto de base triangular, que contiene las escaleras de descenso, y otra, de hormigón blanco, que hunde sus cimientos en el río, conteniendo el sistema de rampas y ascensores. Su altura, en torno a los 60 metros, le confiere la condición de un privilegiado mirador sobre la ciudad.
Pabellón del Futuro
Uno de los numerosos ejemplos fallidos de edificios realizados durante la Expo’92 con vistas a que en el futuro pudiesen alvergar un nuevo uso y ser icono de la ciudad y que en la actualidad se encuentran completamente olvidados y sin uso.
El pabellón se desarrolla junto al canal interior de la isla, formando una secuencia con dos plataformas superpuestas, separadas por una altura de ocho metros. Esta doble estructura de hormigón, permite en su interior la instalación de otras construcciones.
Por encima de esta « calle de los inventos » flota una cubierta con coverturas variables, que se bajan casi al suelo en el lado oeste y montan sobre una fachada diáfana al lado opuesto, por donde discurre el canal.
Lo más destacable del pabellón es su gran fachada diáfana: una dilatada arquería, destacablemente esbelta, de la que cuelgan la cubierta y el cerramiento; lo que parecen arcos son piezas de una estructura tridimensional de barras y tensores.
Por suerte, en la actualidad se encuentra abierto el concurso para el proyecto que permita convertir parte del Pabellón del Futuro en sede central del Archivo General de Andalucía con vista a finales del año 2017.
Se trata de uno de uno de los edificios más singulares y de mayor tamaño de Cartuja y fue uno de los pabellones de mayor éxito de la Exposición Universal. Durante la misma albergó las áreas temáticas de Universo, Telecomunicaciones, Energía y Medio Ambiente. Dependiente de la Empresa Pública de Gestión de Activos (EPGASA, antigua AGESA), a lo largo de los últimos 24 años ha tenido usos esporádicos y su entorno está bastante degradado.
Auditorio Rocío Jurado
Como contrapunto al edificio anterior, este auditorio al aire libre encomendado a Eleuterio Población y cuyas exigencias del programa producen un tipo nuevo de auditori.o
Un inmenso espacio al aire libre en el que alrededor de cinco mil quinientas personas podían contemplar los espectáculos más dispares, desde las grandes producciones musicales hasta los recitales de las primeras figuras de la lírica, la música ligera, el rock, la danza clásica y contemporánea.
Las espectaculares dimensiones de su escenario, dos mil cuatrocientos metros cuadrados y sus características propias como espacio abierto le permiten adaptarse a las necesidades de todo tipo de espectáculos; lo que ha favorecido que en la actualidad siga siendo uno de los auditorios más importantes de la ciudad, pues en él tienen lugar numerosos conciertos de los mayores artistas internacionales.
Además la blancura del mármol andaluz que lo dibuja lo dota de majestuosidad, y, al mismo tiempo, de belleza plástica, para componer su conjunto lineal, armónico, y en los esencial, clásico.
Tras la Expo se pensaba que la Cartuja sería un espacio idílico, futurista, como lo que fue durante los seis meses que duró la muestra. No fue así. La crisis de 1993 y 1994 ralentizó el empuje del proyecto de Cartuja 93, el parque científico y tecnológico que aprovechó las infraestructuras existentes
En la actualidad, mi percepción del recinto no es muy alentador. La falta de actividad urbana ha hecho de la Cartuja un lugar de aspecto desolador al que contribuyen las aceras rotas, los jaramagos secos y el óxido presente en su mobiliario. La actividad de sus cuatrocientas empresas, o proyectos como la Torre Pelli, no han sido suficientes para ahuyentar el fantasma del abandono.
La Isla no ha recibido ni inversiones ni mantenimiento en decenios. Sigue sin ser ciudad.
Un espacio urbano se caracteriza por la presencia de actividad durante veinticuatro horas, las calles, los parques, las viviendas y los espacios públicos. Una ciudad necesita personas. Sólo después llegan los grandes edificios. El antiguo recinto de la Expo carece de muchos de estos activos. Algo especialmente grave si tenemos en cuenta que la Isla está frente al casco histórico, lo que supone la oportunidad para equipar un conjunto histórico que tiene al otro lado del río el sitio adecuado para solucionar su congestión urbana
Sus parcelas, valladas y acotadas, impiden el tránsito. Sólo funcionan durante ocho horas al día, sin la actividad de un verdadero distrito urbano. El interés inmobiliario de las instituciones explica que la mayoría de las iniciativas de los últimos años se hayan situado en el Sur, mientras la zona central, los espacios públicos de la Expo y el Norte continúan encerrados en sí mismos y sin suficiente actividad. No existe un programa integral de actuación.
La falta de inversiones y mantenimiento han transformado la Cartuja en un « no lugar ». La desidia inversora no sólo se traduce en la estampa de una Isla llena de jaramagos, con pavimentos destrozados y estética suburbial. Tiene que ver también con la desarticulación: en la Cartuja no se puede pasear por las calles, los espacios públicos son sórdidos y desapacibles y la actividad empresarial no es suficiente para dotarla de vida.
Es necesario levantar las vallas que impiden el tránsito en el interior de la Cartuja, regenerar espacios públicos e introducir proyectos que aporten nuevos usos complementarios a la Isla.
No obstante, no podemos olvidar que la Expo’92 marcó un antes y un después en esta ciudad. Hoy en día aún queda mucho por hacer tanto arquitectónica como urbanísticamente en Cartuja, pero cada vez son más los proyectos que intentan revitalizar esta zona y convertirla en lo que debería ser, un parque tecnológico y cultural puntero en España y símbolo de la ciudad, así como lo son muchas otras infraestructuras legado de esta gran EXPO’92.
Julia Díaz-Borrego Algaba
Verano 2016
Bibliografía
http://www.legadoexposevilla.org
http://www.wikiwand.com/es/Torre_Triana_(Sevilla)
http://www.vazquezconsuegra.com/pabellon-de-la-navegacion-en-sevilla
http://www.pabellondelanavegacion.com/web/centro-expositivo/el-edificio
http://www.auditoriorociojurado.com/recinto/historia
« Sevilla 1992 », AV monografías de Arquitectura y Vivienda, 20, AV Ediciones S.L, 1992
Leon Vela, José; Ruiz Mañas, Francisco: « La Arquitectura del 92 ». Edificación de carácter permanente en la Cartuja, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, 1990.
Vázquez Consuegra, Guillermo: « Guía de Arquitectura de Sevilla, En 1992 », Sevilla, Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes., 1992.
Fernández Ordóñez, José Antonio ; Martínez Calzón, Julio: « Sevilla. Puentes del 92 ». Editado por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.